En un tranquilo rincón del resplandeciente Mediterráneo se encuentra la Playa del Postiguet, un remanso de paz que tanto lugareños como turistas elogian como un paraíso. Si alguna vez has caminado donde la arena se encuentra con las olas turquesas, la imagen es inconfundible. Aquí es así, pero multiplicado por mucho.
¿Arenas bañadas por el sol y aterciopeladas al caminar? Es una playa encantadora, sobre todo por la serenidad que transmite. Un pintoresco paisaje de castillos de arena esculpidos, donde niños y adultos esperan crear recuerdos compartidos y un proyecto familiar de chapoteo.
Al amanecer, encontrarás corredores, madrugadores y a María, una lugareña con un don para la prosa. Puede que te cuente las historias que se dice que se esconden bajo estas orillas arenosas. Quién sabe si son ciertas, pero le dan un toque especial a un relato playero matutino.
Cuando el sol calienta el día, el océano te invita a sumergirte. Una piscina natural. El agua te atrae voluntariamente y flotas suavemente como si las olas fueran divertidas. Toma una pelota de playa y participa en un juego improvisado con nuevos amigos que nunca supiste que te estabas perdiendo. Es una instantánea de amistad en la playa, no en cualquier otra playa perfecta.
¿Te apetece un bocadillo crujiente y delicioso? La pescadería local del pueblo despertará tus papilas gustativas de maneras deliciosas, que solo pueden ser del océano a la mesa. Cierra los ojos mientras disfrutas de la experiencia de los churros en el quiosco del Señor González. Si no pudiste repetir, ¡qué vergüenza!
A veces la playa se echa una siesta por la tarde. Raras son las veces en que solo se oye el susurro del mar. Es un momento para quienes buscan introversión, leer un libro o encontrar paz en la tranquilidad.
El horizonte estalla en una sinfonía de colores, como el pincel de un pintor, al caer la tarde. Al anochecer, esta zona cobra vida propia, con noches que inundan la cala de música y risas. A menudo, estos magníficos temas de conversación abren la puerta a todos y hacen que los juerguistas dejen huellas en la pista de baile temporal de la arena.
La magia no disminuye en la Playa del Postiguet al ponerse el sol. Un entrañable cuento de hadas, con un cartel de “léeme”. Aquí las historias cobran vida y te acompañan incluso después de abandonar tierra firme y regresar a la orilla.